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Pinto, lechugas y óxidos de nitrógeno

sumar preguntas a narrativas

Quizá la primera forma de cortar distancia ante un sujeto sea abarcando su escala desde la nuestra, es decir, medirlo hasta finalmente comprimirlo en una madeja pronosticable, congruente con las fórmulas que lo doman, reproducible, encapsulado. Pero esta forma de entender llega a ser poco dúctil y muy alérgica a lo incierto.

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hacia algún hacia

“El hombre es un ser errático, no porque posea diferentes moradas, sino más bien porque es el ser que está continua e inexorablemente en camino.” Sáez, 1988.

Un abordaje fenomenológico, supone que para entender el mundo vivido, es necesario explorar las historias que la gente cuenta de sus experiencias; entender y respetar estos constructos de primer orden y su interrelación dentro de su lógica específica y las prácticas en las que se aplican.

Escuchar historias y reunirlas es un abordaje simple, pero a éste debe añadirse su trato bajo una sanción metódica, un merodearlas con intención, hasta dar con su conexión expresada en teoría, dentro de la intencional estructura lógica de quienes las producen, e interpretarlas desde una teoría sobre ellas que no prescribe, sino que organiza e interpreta. Y lo anterior no se refiere a un ejercicio documental, no se busca vestir a un esqueleto narrativo de 5:3 shakespeareano, es un ejercicio con afán comprensivo, no conclusivo: el formato documental le adeuda, es un producto posterior. El quid no es producir un documento traductor más, sino describir en un continuo, cómo un grupo desarrolla sus propios documentos y argumenta con ellos.

La importancia de sumar subjetividades, no está en el simple trabajo acumulativo, la cosa es más gris, porque se trata finalmente de admitir que cuentan, de cuán determinantes son desde el individuo para el colectivo y viceversa; de cuán peligrosa es la pretensión de universalidad. La construcción de mapas que las incluyan, moldeables en múltiples líneas de tiempo, es una herramienta que sirve no sólo a la orientación de políticas locales aplicadas, sino también a la producción de metodologías del “ser ahí” exportables, que acompañen el análisis de eventos para el aprovechamiento de otros órdenes de datos más fríos (qué significa que se recojan x toneladas de basura por día, que doña Aurelia venda ahora 5 lechugas en lugar de 5 cajas de lechuga diarias hace 10 años o que la concentración de partículas gruesas sea mayor en ciertos puntos de una ciudad, que se adjudique una patente o un permiso de construcción para quiénes, cuándo y dónde significa).

Así que buscar preguntas que generen otras más fundamentales, más apropiadas sobre el espacio y quienes participan de él, sin un afán reduccionista impropio, sino con la intención de identificar vacíos de análisis es un imperativo (tratar a las propias observaciones no como nuevas certezas, sino como puntos de partida para nuevas tesis de investigación). En términos prácticos y de políticas más amplias, lo anterior supondría el anular la praxis de importación-aplicación de modelos «exitosos» en otros espacios de experiencia y bajo otras lógicas económicas. En Chepe no se produce, distribuye, circula ni consume como en ninguna otra parte. Es un absurdo administrativo el considerar que forzar cuestionarios suecos (caso extremo) es una táctica congruente; si bien puede ser un ejercicio ajeno digno de valorar, las sodas suecas no huelen a pinto, ni en ellas se habla el español en cuya inflexiones, por ejemplo, se podrían reconocer los saltos entre trabajo informal, explotación laboral y esclavitud. Lo anterior no supone entender el espacio como un ente aislado y por completo contrastable a cualquier otro, también obliga a considerar procesos inter-espaciales ocasionados por las diarias migraciones y otros flujos que le afectan y determinan.

El INEC desde su mandato estadístico asume parcialmente la subjetividad dentro de las limitaciones técnicas del propio instrumento de las encuestas. En ellas es posible encontrarse con preguntas que inician con cómo o por qué (comprensión de opiniones y motivaciones), celdas para respuestas más amplias, es decir, acompañan las interrogantes cuantitativas de otras cualitativas para facilitar extender su interpretación, o para ponerlo de otra manera, medir el impacto del hecho en la subjetividad e inversamente (sea la individual o colectiva).

Pero de nuevo, si el espacio no se recorre comprensivamente, si no se acepta su carácter errático; si obstinadamente se insiste en pintarlo como inabarcable, hostil a todo interrogatorio fuera de los nudos de datos numéricos, ¿cómo atreverse siquiera a dudar de las publicitadas percepciones desde el afuera, cómo contravenir el recetario moral o el manual académico que lo encapsula en un sentido común artificial? (Todavía hay gente que habla en presente de los chapulines) El preguntar es un acto performativo que también debe comprenderse como antagonista al qué nos narramos.

Pero no basta hacer sociología de la sociología para ex- plicar que, con demasiada frecuencia ba`}`o grandes ambiciones disimula una inmensa renuncia. Es, sin duda, la misma intención fundamental que aparece cuando la ciencia proscribe ciertos objetos por considerarlos insignificantes y excluye, bajo el pretexto de la objetividad. la experiencia de aquéllos que la producen yde aquéllos que son su objeto. `` (Bourdieu, 2003)

Al menos como umbral, una imagen estimula lo posible desde sus carencias. La imagen no aporta mucho positivamente: sin pie no sabe qué ni cuándo es un chapulín y por lo tanto obliga a interrogar en ambos sentidos de la experiencia fotográfica (Hodge y Kress, 1988). Es empáticamente un recurso que codicia la riqueza de lo ordinario y señala esa periferia en el centro; sin una agenda ideológica en su presentación, detona el admitir la probabilidad en la incertidumbre. Ésta corporizada en una imagen y la manía nuestra por resolverla o al menos ampliar sobre ella, es un recurso aprovechable en los estadios de gestación de tesis. Examinar su potencial, no sólo como aparato historiográfico, como documento referencial pasivo, sino como agente de las que Estrada llama ‘formas de habitualidad social e individual’, es a la curiosidad una brasa.

Ya su uso durante entrevistas, aunque poco extendido, se admite muy productivo(1) sea como estímulo mnemotécnico o para la simple resolución de malentendidos. No obstante, y es en lo que se insiste aquí, también lo es al definir la pregunta. El agenciarse con tácticas como la participación observante o las entrevistas de prueba, exponer también a los investigadores de estos espacios y sus grupos humanos, a material que los incomode y estimule con preguntas sobre un sujeto y lo que lo sujeta (ambos apenas sospechados), les facultaría adaptarse a un futuro zigzag metodológico, puesto que una imagen no afirma qué debería observarse, no argumenta, sino al contrario persuade hacia aquello que no se ha tomado en cuenta, objetivamente le haría dudar(2) y, por lo tanto conjurar estrategias interdisciplinarias de colaboración y transferencia metodológica; la oportunidad de motivar procesos de mayor libertad propedéutica, en lugar de insistir en revisiones bibliográficas sin efectos sobre el campo. Lo cual debería ser obvio, porque al visitar una imagen en varias ocasiones y a destiempo se incurre no en una repetición, sino en una inevitable revisión de criterios(3). Mirar como leer es un acto desde el hoy, y por lo tanto una oportunidad acumulada de ampliar el entender. Tómese como ejemplo de lo anterior su importancia para la propuesta de estudios de identidad, muy en particular aquellas en los que se aborda la composición y distribución de grupos, eventos y sus conflictos. Porque reducir a personas a etiquetas grupales, puede sonar en principio como un subraye que amplifica sus necesidades, pero igualmente, si se insiste en estereotipos y generalizaciones que suelen derivarse, les podría marginar aún más del justo anonimato en la equidad, lo que obliga a un monitoreo crítico a largo plazo del cómo se comprende y manipula. Como suele ocurrir con los datos cuantificables, su análisis compromete fenómenos complejos de perversos reduccionismos dicotómicos de lindas gráficas y zonificaciones artificiales que no representan la complejidad de lo que ocurre en el terreno.

Cuestionarse ampliamente un punto del cotidiano requiere asistencia, porque aunque a primera vista parezca un hecho banal, el encontrarse a las 6 am frente al increíble pinto de don René, en su soda de 30 años en el Borbón, debería obligar a preguntarse por mucho más que su precio o la frescura del culantro, ¿por qué no hay gente haciendo fila por este pinto; qué podrían preguntarse A, B, C si al menos supieran que existe; quién come y quién no, quién no cree que puede venir y por qué no lo hace, 30 años…? Esa son algunas preguntas que Chepe necesita se sumen.

Notas
  1. “The characteristics of the two methods of interviewing can be simply stated. The material obtained with photographs was precise and at times even encyclopedic; the control interviews were less structured, rambling, and freer in association. Statements in the photointerviews were in direct response to the graphic probes and different in character as the content of the pictures differed, whereas the character of the control interviews seemed to be governed by the mood of the informants.” Collier, John Jr 1957. “Photography in anthropology: a report on two experiments,”American Anthropologist 59:843–859.
  2. “This procedure is fueled by the radical but simple idea that two people standing side by side, looking at identical objects, see different things.” Aspers, P. (2009) Empirical Phenomenology: A Qualitative Research Approach (The Cologne Seminars), Indo-Pacific Journal of Phenomenology, 9:2, 1-12, DOI: 10.1080/20797222.2009.11433992
  3. Lo que en etnografía se define como reflexividad.
Referencias Bibliográficas

Bourdieu, P. (2003). Un arte medio.: Ensayo sobre los usos sociales de la fotografía. España: Editorial Gustavo Gili, S.L.

Cárdenas, L. “El lugar: Aristóteles-Heidegger”. Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica. Vol. 46, Nos. 117-118, pp. 145-150.

Estrada, O. “Fenomenología de la participación según E. Husserl”. Revista Estudios. No. 20.

Hodge, R. and Kress, G. (1988) Social Semiotics. Cambridge: Polity Press.

Láscaris, C. Husserl y la fenomenología. Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, 16, 5-20.

Sáez, L. “Ficcionalización del mundo. Aportaciones para una crítica de patologías sociales”. Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica. Vol. 45, Nos. 115-116, pp. 56-69.

Suchar, Charles S. 1988. “Photographing the changing material culture of a gentrified community,” Visual SociologyReview3(2):17–22.

Wagner, J.1978. “Perceiving a planned community”, in Jon Wagner, ed., Images of Information. Beverly Hills, CA: Sage Publishers, 85–100

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